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Minuta E-Conversa sobre Leonor Arfuch

DADOS

14/06/2024

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Minuta E-Conversa sobre Leonor Arfuch

Les compartimos a continuación una minuta de la última E-Conversa realizada en homenaje a Leonor Arfuch el pasado jueves 9 de mayo de 2024, en la que nos acompañaron Eva Alberione y Adriana Patiño y asistieron 30 participantes de diferentes latitudes. La imagen corresponde a un registro de la actividad. ¡Muchas gracias a todxs quienes se sumaron!

E-Conversa sobre Leonor Arfuch

Con Eva Alberione y Adriana Patiño.

Jueves 9 de mayo de 2024

30 asistentes.

Integrantes de Ediso:

      Junta Directiva: Yvette Bürki (presidenta), Carmen López Ferrero (presidenta), Daniel Amarelo (vocal)

      Comisión Publicaciones: Cristina Aliagas Marin, Claudia Vallejo, Paula Salerno, Florencia Rizzo, Ailín Franco, Agostina Iglesias.

Cristina Aliagas Marin comienza explicando la dinámica del e-Conversa y de su herencia (comenta la propuesta de la Junta Directiva anterior). Asimismo, invita a la audiencia a que, si tienen textos o temas de interés, los hagan llegar al mail de la asociación para próximas instancias.

Se presentan los textos sobre los cuales se conversará:

-       Arfuch, Leonor (2016). El giro afectivo. Emociones, subjetividad y política. DeSignis 24(1): 245-254.

-       Alberione, Eva (2022). Amistad y pensamiento. Homenaje a Leonor Arfuch. Heterotopías  5(10): 1-18.

Comienzan a conversar las invitadas de la fecha.

Adriana Patiño se presenta y comenta el recorrido de este e-Conversa, luego se detiene en conversar acerca de su relación con Leonor Arfuch.

Objetivo de esta sesión: recordar a la doctora en Letras, argentina, a través de su legado.

AP: El texto de Eva Alberione pone el trabajo de Arfuch en el contexto de sus legados teóricos, metodológicos y de forma de comunicar la investigación que hacemos.

El primer legado es su noción de “espacio biográfico”. Tiene consecuencias metodológicas concretas y éticas. Eva, empecemos por hablar del espacio biográfico, cómo lo veía ella y cómo se fue transformando.

Eva Alberione agradece el homenaje y la posibilidad de exponer su experiencia con Leonor Arfuch, de quien fue discípula y amiga.

Se propone una conversación de tres: Eva Alberione (EA), Adriana Patiño (AP) y las palabras de la autora homenajeada.

EA: Pensando en el legado y estos tres aspectos que señalaba Adriana, agregaría el legado ético de Leonor en términos de su preocupación constante en relación al tipo de intervención crítica que hacemos con nuestro trabajo intelectual y la dimensión ética dentro de ese trabajo. Y también la dimensión de práctica y el vínculo con los objetos analizados.

Leonor en los años ‘90, cuando empieza a investigar sobre el espacio biográfico ya había trabajado en análisis de medios y en análisis discursivo vinculado a la dictadura militar. Comienza a trabajar entonces con diversos géneros vinculados a la expansión del “yo”: no sólo géneros canónicos como la biografía, sino también géneros nuevos como los “talks shows”,  las entrevistas en espacios televisivos, o la proliferación de entrevistas mediáticas a escritores que daban cuenta de un interés creciente en la vida personal, no solo pública sino también privada de los sujetos. Esa primera inquietud la empieza a pensar como una especie de clima de época.

En este contexto, se genera una personalización creciente de la política, que pasa a tener un componente carismático cada vez más fuerte. Surge también un interés por las biografías intelectuales, la publicidad de los archivos personales, y empiezan a  publicarse textos que no habían sido voluntariamente publicados por los escritores (como sus diarios de viaje, o manuscritos inéditos), que hasta ese momento no tenían tanta circulación en el espacio público.

Leonor piensa este clima de época como horizonte de inteligibilidad, que puede ayudarnos a leer la subjetividad contemporánea. Lo piensa como espacio biográfico. ¿Por qué le dice “espacio”? Porque lo piensa como una topografía, eso le da un nivel de abstracción diferente. No es solo un territorio, sino también una suerte de interrelaciones que, a la larga, configuran un espacio de inteligibilidad, de pensamiento de lo que está pasando con la subjetividad contemporánea. Y esto lo pone en relación con el auge del neoliberalismo.

Un aporte muy interesante de Leonor es la concepción de un territorio que implica partes, relaciones, proximidades, distancias y movimiento. Pensar que esos fenómenos estaban en movimiento, en transformación, y que era necesario estar atentos a esos corrimientos dentro de la horizontalidad y también en términos temporales. Leonor invita a no pensar que lo que hacemos en ese espacio es algo definitivo, sino algo que está en movimiento, en transformación. Nuestra tarea intelectual es estar atentos a esos corrimientos.

En su abordaje va a trabajar con aportes de la semiótica, de la teoría literaria, de la crítica cultural, de la filosofía y el psicoanálisis. Su objetivo no es una descripción, sino una interpretación. En todo caso, tiene una mirada crítica sobre esta lectura.

Y hay otros cruces posibles: esta expansión del “yo” se vincula con el neoliberalismo, con los corrimientos entre lo público y lo privado, pero también con la posibilidad de una multiplicación de las voces. Hay, entonces, una apertura del espacio público a otros diferentes, hay una posibilidad para la democracia, en el sentido de Chantal Mouffe. En esto notamos una mirada esperanzada de Leonor.

La presencia de la diferencia, entonces, puede ser una apuesta democrática, una apuesta hacia la democratización.

AP: Ella veía tensiones entre lo individual, lo colectivo y las posibilidades que esto tenía. Esta es una de las grandes críticas a los estudios de la narrativa. Su idea no era capturar el contenido de las historias, sino lo que le interesaba era ver la manera en que esas personas se representan. ¿Cuáles son las herramientas que utilizan para construirse?

Lo que Leonor analizaba eran las entrevistas, la puesta en escena de un diálogo. Podemos hablar un poco de eso a nivel metodológico, la manera de recopilar los datos.

EA: El espacio biográfico es un horizonte teórico para ella y lo trabaja a partir de aportes provenientes de la teoría de la narrativa. Va a pensar estas narrativas en sentido amplio, no sólo como narrativas escritas, sino que también contemplando la visualidad, lo sonoro y la performatividad de los cuerpos. Leonor va a pensar una articulación entre lo discursivo, lo corporal y lo social. Cada narrativa es una expresión de una singularidad, pero a su vez contiene ese vínculo social.

Ella trabajaba con corpus muy heterogéneos, lo que le brindaba la singularidad de pensar recurriendo a cosas que uno consideraría divergentes. Por ejemplo, así como hace referencia al género canónico de la biografía y la autobiografía, también cruza con investigaciones vinculadas al análisis de entrevistas a escritores publicadas en suplementos culturales de diarios y revistas. En esos corpus de análisis tan variados, donde cada uno de los discursos que analiza son considerados narrativas, va a buscar no solo el contenido, indisociable del discurso, sino también las estrategias de autorepresentación, aquello dicho, las formas y también la puesta en sentido. Principalmente, en narrativas autobiográficas. Para Arfuch la narrativa es una puesta en forma, pero también una puesta en sentido.

Estos aportes son muy interesantes para quienes trabajamos en Ciencias Sociales. Tener presente que hay una subjetividad que se re-configura en cada narración es un aporte muy interesante e importante para tener en cuenta. Por ejemplo, cada vez que vamos al campo, sacamos una “foto” de un momento de la subjetividad que tiene la libertad de cambiar.

El legado de Leonor nos recuerda que hay un espacio, hay un tiempo y también hay condiciones de producción de esas narrativas. Esto también tiene consecuencias éticas importantes: toda entrevista o vínculo con la producción del otro es del orden de la intersubjetividad.

Hay una preocupación de ella sobre cómo abrigar, albergar, la palabra del otro. Sobre todo, si es una memoria vinculada a situaciones traumáticas.

Leonor tenía una preocupación muy persistente sobre cómo, por un lado, abrir ese canal de escucha, de atención a lo que esas experiencias tenían para decir; y, por otro lado, cómo respetar esa palabra a la hora de llevarla a su investigación, cuál era el límite. Ella fue muy crítica de lo que en un momento en nuestro país se llamó el “show del horror”.

¿Cuál es el límite del “decir”? ¿Cuál es el límite del “preguntar”? ¿Necesitamos saber cada pequeño detalle de una situación traumática, en una actitud voyeurista, casi de regodeo? ¿Es necesario someter a esa persona, que pasó por todas esas vejaciones, a contarlo otra vez?

La propuesta de Leonor es muy lúcida, pero también arriesgada.

Asimismo hay una tercera pata que tiene que ver con nuestro compromiso intelectual, con el modo de compartir nuestras investigaciones: ¿qué tono requieren esas memorias? ¿Qué tipo de compromiso sensible vamos a asumir? ¿Cómo lo vamos a escribir? O, en relación a lo visual, ¿qué imágenes vamos a usar? Leonor nos invita a ser conscientes que no somos dueños de esa palabra del otro. Hay un respeto sobre esa historia de vida y esa subjetividad, que es necesario conservar cierto pudor.

AP: Sobre la importancia de atender a la memoria histórica, poniendo atención a los tintes pero también al uso que se hace de la memoria en el espacio público y en el espacio político, ¿puedes traer un poco esa reflexión a hoy? La idea de la memoria es algo que se presta a debate y se utiliza de diferentes maneras. ¿Cómo es su preocupación por esa memoria histórica hoy?

EA: Es importante recuperar la metodología de Leonor. Para ella no existe un método único, cada objeto demanda la construcción de un método particular. No hay en su obra un “ABC” de cómo estudiar una narrativa. Sí hay un trabajo muy concienzudo de construcción de corpus. Una preocupación sobre ciertos modos que bordeaban el contenido, no sólo por las estrategias autoficcionales de representación en el texto, por la construcción narrativa, sino también por lo “no dicho”, que es algo sobre lo que a veces uno olvida de preguntarse. Dar cuenta no sólo de lo que está contado y cómo está contado, sino de lo que falta en esa historia, qué huecos quedan. Cuál es esa historia que uno no pregunta.

De hecho, a veces nos olvidamos de preguntarnos por lo que no está. Por eso, esa idea del rodeo: a veces hay gestos, formas, figuras retóricas, que aluden a lo que falta. Hay que tratar de interpretar esos faltantes.

En relación a esta cuestión de la memoria o las memorias, en el texto sobre el afecto que teníamos para hoy (Arfuch (2016), El giro afectivo. Emociones, subjetividad y política) hay algo muy vigente. Este texto nos ayuda a pensar con ella: ¿de qué hablamos cuando hablamos de afecto?, ¿cómo estamos entendiendo el afecto?

Para ella, no existiría algo así como una emoción corporal previa a la consciencia. Esta preocupación que desarrolla en el texto tiene que ver con lo que hablábamos sobre la responsabilidad ética.

¿Cuál es el componente de responsabilidad individual y colectiva que tenemos, si estamos asociando la emoción a algo que depende exclusivamente de lo corporal? ¿Dónde quedaría esta responsabilidad?

Leonor siempre va a pensar la emocionalidad o el afecto, como le gustaba decir, en clave individual, pero también social y discursiva. No existe cuerpo y mente por separado, puede existir una sensación pero no una emoción o sentimiento sin mediación del discurso. Lo que se siente es un efecto de sentido de la puesta en discurso. Creo que el horizonte de su preocupación es la responsabilidad.

Arfuch presenta una serie de emociones hacia el final de este texto: el optimismo cruel, la sensación de inseguridad -el temor o amenaza que generaba el discurso de la inseguridad-, con las buenas intenciones, con la compasión que podía ser la contracara de una parálisis.

Propongo que pensemos: ¿qué emociones podríamos pensar hoy? En mi país, durante la pandemia estuvo muy vigente la sensación de miedo al otro, y ahora, durante la expansión del dengue, se instaló una sensación de miedo al “afuera”, a los espacios abiertos. Hay una conjunción del miedo al otro y miedo al afuera. Por otro lado, en Argentina está muy en boga el análisis de la crueldad, de los discursos crueles, el regodeo en el sufrimiento ajeno, incluso el desinterés por el sufrimiento ajeno. Podemos preguntarnos entonces, ¿cómo esas emociones hacen cosas? Así como decimos que las palabras hacen cosas, la puesta en juego de la afectación colectiva, hace cosas, produce acciones individuales y colectivas.

Y también pensaba en el tema del resentimiento, esas emociones oscuras que circulan en el espacio público. Ustedes que están en otros países seguramente lo pueden leer desde otro lugar interesante.

Pueden rastrearlo en cosas que se dicen en el espacio público y pensar que esos discursos tienen una performatividad. Hay un trabajo discursivo a hacer a partir de qué imágenes circulan y a partir de las ausencias. Salir de esta mirada simplista en relación a que estamos en sociedades cada vez más guiadas por las emociones, y pensar qué hacen esas emociones en el espacio público, qué dicen de nuestras sociedades y qué tipo de responsabilidad crítica podemos tener ante esas emociones.

Leonor trataba de nunca olvidar la dimensión estética: el qué, el cómo, tiene una performatividad. La dimensión estética, las formas hacen cosas. La escena en la que ellos se representan.

Leonor trabajó mucho tiempo en relación a las memorias. Por un lado, las memorias son para ella un espacio en disputa, disputas que no se pueden dar nunca por ganadas. Hay un compromiso de mantener ese espacio de decibilidad abierta, de hacerlo lo más hospitalario posible a nuevas palabras, nuevas voces, nuevas memorias, y sostener ese espacio de diálogo intergeneracional. Pensar que esas memorias del pasado son intervenciones críticas sobre el presente.

Ese pasado puede iluminar aspectos del presente que no habíamos pensado e incluso tener una fuerza prospectiva, de cara al futuro. La importancia de sostener esta escucha abierta tiene que ver con que hay tiempos del decir y también hay tiempos de escucha, momentos en que es posible narrar una determinada historia pero que es inescuchable o insoportable para la sociedad en ese momento. Tener en cuenta, a la hora de hacer un análisis, estas dimensiones: que hay momentos del decir, que hay disputas. Quiero decir, no que hay disputa hoy, sino que la memoria siempre es un espacio de disputa.

Siempre hay algo que queda como indecible, como inescuchable, y relaciones de poder que hacen que eso sea posible, y a su vez hay que saber que eso puede cambiar, mutar en el tiempo.

Tenemos un compromiso político con las generaciones pasadas y también con las generaciones futuras. De hecho, cuando muchos de nosotros estábamos trabajando con narrativas de hijos de desaparecidxs, asesinadxs o exiliadxs, Leonor estaba pensando en las narrativas de nietos y cómo serán también las de bisnietos. Ella hablaba del sinfín de los relatos. No tenemos que frustrarnos por el cambio de nuestro objeto de estudio, sino tener en cuenta que hay un sinfín de relatos.

AP: Ayer hablábamos de cuáles son las condiciones para que emerjan determinadas emociones y no otras. Abrimos el espacio para comentarios.

INTERVENCIONES

Paula Salerno pregunta por la relación entre las emociones y la cuestión social cognitiva, en relación a la actualidad argentina y la crueldad. Retomando el texto de Arfuch, hay emociones que tienen proyección a futuro, por ejemplo, el miedo.

A la vez, se le atribuye locura al presidente Milei, y en paralelo se va avanzando políticamente en diferentes medidas. ¿Cuál es la relación entre este miedo que se está generando y una cuestión más racional en el sentido político? ¿Se pueden vincular estos miedos o violencias que se generan con una cuestión más razonada?

EA: Pensemos que hay subjetividades que dialogan con ese discurso, que se sienten identificadas con un discurso que puede ser cruel con el padecimiento ajeno, que hay una exacerbación del miedo, pero también tengamos en claro con qué miedos del pasado dialogan estos miedos. ¿Qué sutiles miedos subterráneos quedaron y se reactualizan, quizás inconscientemente? ¿Qué horizontes interpretativos podemos imaginarnos, más allá de decir ‘están usando el miedo para eso’? ¿Qué significantes se recuperan, se resignifican, qué palabras?

Creo que hoy hay una disputa por el sentido de determinadas palabras que eran cruciales, por ejemplo: libertad, democracia, igualdad. Eran centrales para el planteamiento democrático y hoy su sentido está cambiando completamente. Hay algo para pensar allí, más allá de la afectación que puede producir en las personas y en el conjunto social. Pensar cómo eso dialoga con un clima de época y con determinadas subjetividades que de algún modo se sienten convocadas por ese tipo de usos de las palabras y los sentidos. Un análisis de esas sutilezas. Y también pensarlo en clave situada, en función de los contextos, de las historias, de los propios usos y las prácticas específicas. Acá hay un anclaje de apelaciones al miedo de otros momentos históricos que puede ser interesante analizar.

Teresa Carbó comenta acerca de las emociones que le ha provocado el e-Conversa. Según su perspectiva, Eva ha realizado un resumen, ampliación y lectura espléndida del trabajo de Arfuch. Luego se presenta y relata su propio vínculo con Leonor.

Destaca la reconstrucción cronológica realizada por Eva y se pregunta: ¿de qué manera comunica uno los afectos, estas emociones profundamente íntimas que a su vez están atravesadas por lo corporal, lo social, lo político, inclusive la moda?

Comenta cómo con Leonor conversaban acerca de las emociones, el límite del decir, la prudencia, la cautela y el respeto. Con Leonor, agrega, esas emociones no fueron jamás materia de sentimentalismos.

Respecto al tema del futuro, comenta que tiene un trabajo en el que reflexiona acerca del presente cruel y las posibilidades de un futuro viable y la capacidad que tenemos, o no, de heredar a nuestros nietos, no solamente en un sentido biológico, sino en sentido amplio, pensando en quienes serán las raíces de nuestra continuidad, y cómo esto era compartido con Leonor.

EA: Leonor era una gran conversadora, muy bajtiniana, no concebía la idea de pensar sin conversar con alguien. Hay algo del pensamiento que pensamos que es individual, pero también es colectivo. Leonor podía transformar estas conversaciones en un texto teórico de mucha profundidad, con cruces y demás.

Y sobre conversar sobre las emociones, en el primer contacto que tuve con ella para pedirle que fuera mi directora  de tesis de Maestría, recuerdo que me preguntó: ¿cómo vas a estar vos en esta tesis?, ¿cómo va a estar tu historia en esta tesis? De qué manera vamos a estar ahí y asumir esa posición que vamos a ocupar, es mucho más honesto que asumir que hay una objetividad única, donde parece que no vamos a estar nunca. Aprender que uno va a estar en su trabajo también es un aprendizaje metodológico importante.

En relación a su preocupación constante por la escritura, cito a Leonor, ella diría: “No sobreabundar, no redundar y no subestimar al lector”. Hay palabras que sobran, otras que es necesario no repetir, e intentar no subestimar al lector. Ese otro siempre puede hacer algo con lo que nosotros escribimos. Querramos o no, va a hacer algo distinto de lo que nosotros imaginamos que iba a hacer.

Miguel Pérez-Milans [en el chat]: Gracias por esta iniciativa. Me gusta mucho el encuadre del espacio autobiográfico desde la idea de “horizonte de inteligibilidad”, que veo por el texto de la propia Leonor Arfuch que está influido por el propio de trabajo de Judith Butler. Es esto que nos invita a vincular géneros discursivos cambiantes con transformaciones político-económicas más amplias que hacen objetos, cuerpos y voces (ir)reconocibles. Me encanta también cómo Leonor dialoga con [Sara] Ahmed en la cuestión de lo afectivo porque trae el nodo de lo afectivo en conexión con géneros comunicativos y estructuras económicas.

Y voy con mi reflexión: veo las sinergias tan chulas con el trabajo que desde la geografía humana ha venido haciendo en las últimas décadas, pero me llama la atención que esta conexión no parece estar tan visible en su texto en el sentido de las fuentes con las que dialoga, a pesar de la referencia al “espacio”, y me hace pensar en qué nos dicen estas conexiones y (aparentes) ausencias acerca de las historias de los propios campos/tradiciones desde los que trabajamos, y cómo se puede traducir esto en el trato diferencial entre temporalidad y espacialización.

Miguel Perez-Milans agrega oralmente: Pensaba en la potencialidad de los textos propuestos, porque se ajustan a las conexiones interdisciplinarias, la materialidad, los nuevos horizontes.

Pensaba cómo al final en nuestro campo siempre se privilegia lo simbólico y el espacio es como un background. Sin embargo, ella también pensaba que las emociones “hacen cosas”.

Las emociones “hacen cosas”, “organizan”. El texto de Leonor nos invita a pensar más de cerca en cómo organizan espacios, y qué implicaciones metodológicas tiene eso también.

EA: El libro donde Leonor construye esta categoría de espacio biográfico, su primera edición, es de 2002. Unos años después ella tiene una estancia de investigación en la Universidad de Essex y toma contacto con una geógrafa, Doreen Massey, que planteaba (trabajaba) una “filosofía de la espacialidad” en términos de relaciones espacio-temporales.  En un libro posterior, ella compila una serie de aportes de distintos pensadores (entre los que estaba Massey) con los que tomó contacto en Inglaterra, y que se llama Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias (Arfuch comp., 2005, Paidós).

Más allá de este texto, en sus trabajos Leonor trabaja en el análisis de escenas, una noción que puede servir al momento de trabajar con espacios. También usa la categoría de cronotopía, para referirse a una indisociabilidad entre espacio, tiempo y afectos, por ejemplo, en el concepto de “hogar”. En términos metodológicos, uno puede encontrar determinadas figuras dentro de las narrativas donde es indisociable el tiempo, el espacio y el afecto. Por ejemplo, al analizar los hogares de infancia. La memoria que rememora eso tiene unas características totalmente singulares.

Ana María Relaño Pastor subraya la centralidad de las emociones en el caso del miedo, la crueldad. Pregunta cómo Eva y Adriana interpretarían la centralidad que ha tenido el amor en el caso de España, cuando el presidente se tomó cinco días para pensar si seguía o no en la política [Se refiere al Presidente Pedro Sánchez, cuya mujer fue citada a declarar en el marco de una imputación por tráfico de influencias en el sector público. En ese contexto, el Presidente se tomó cinco días para reflexionar]. Dado el tiempo en que vivimos, en que el miedo es una emoción central y fundamental después de la pandemia, se pregunta: en el caso de las narrativas (y la relación entre narrativa-emociones, dimensión moral, posicionamiento del sujeto), qué papel jugarían emociones positivas como el amor en la posición del sujeto. El por qué, la motivación por la que contamos historias, ¿qué emoción es la que desencadena la historia que queremos contar, más allá del contexto en el que se produce la narrativa?

AP: Ayer hablábamos con Eva; a mí, como etnógrafa, lo que esto me atrae es esa actitud. Esto del amor se puede entender desde el momento en que [el presidente de España] está respondiendo, contestando, replicando, haciendo un efecto de sentido en respuesta a los comentarios públicos. Es importante hacer la historización desde el momento que comienza hasta el día de hoy y cómo se ha interpretado lo que ha pasado. Es muy interesante en términos de intertextualidad.

Se tiene que estudiar de manera historizada, etnográfica, y viendo ese dialogo intersubjetivo que quizás no ha acabado. Volver a la idea de “talk show” que ha pasado a lo político. Es el tiempo, el espacio, el afecto, de manera situada en un aquí y un ahora, que se va desencadenando en unas relaciones sociales.

EA: No conozco tanto el caso, por lo que es imprudente opinar demasiado. Como alguien que mira desde afuera, me pareció interesante que el presidente recurra al género epistolar, un género que tiene una larga tradición. Para pensar cómo se construyó la estrategia discursiva basada en el amor, y para pensar cómo se hace frente a esta primera escena de escarnio público.

Leonor trabajó mucho la cuestión del género [discursivo], y el cruce entre estas narrativas y estos modos singulares que tenemos las mujeres para decir. De qué hablan estas narrativas y qué nos dicen de esta sociedad. También me parece interesante pensar cuál fue la repercusión de ese “gesto de amor”. Por ejemplo, si en términos públicos el mismo fue leído como un gesto político y no como una manifestación emocional “sincera”, o no.

¿Qué pensaría Leonor? Quizás diría que hay algo del orden del pudor para pensar allí, en esa exposición pública de lo privado. Y si no habría algo para decir también acerca de otros tipos de amor vinculados a la política, de una responsabilidad por un Otro distinto a mí. Si el amor de pareja es realmente la contracara del escarnio público, o si más bien sería el amor entendido como un respeto a la diferencia, por aquel que es un otro ajeno a mí. Cómo esa afectación puede ser vista en el espacio público. Por otro lado, esto ya lo hemos visto en los ‘90 con la farandulización de la política, y también cuando todos los medios hablaban sobre la posición de la mujer, y las sometían al escarnio público. Hay aquí algo del castigo público contra la mujer, y de un “yo” político que sale a responder desde el afecto, desde lo privado.

También resulta interesante cómo se cruzan los géneros. El género epistolar que a lo mejor va acompañado de un posteo en redes, que luego se difunde mediáticamente, todo eso da cuenta de esta actualidad.

 

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